Un amigo y colaborador de este blog me ha pedido tras las circunstancias de la vida que le publiquemos esta entrada en su nombre con la intención de hacer un grupo de juego por la zona de su nueva residencia. Espero que este blog le pueda ayudar en algo.
Me he mudado. No solo de piso, sino también de provincia, y de región, y de todo. A mi nueva casa me he llevado algo de ropa, algunos de mis queridos libros, y mis minis. TODAS mis minis. Y todas ellas me ocupan un armario ropero, pero antes prefiero usar menos ropa que prescindir de tan siquiera uno de los maletines donde guardo mi tesoro: mis ejércitos de Warhammer 40.000.
Hablaba hace poco con mi viejo amigo, Angel Saquero, gurú de los juegos de guerra en la región de Murcia. Recuerdo que fue en su casa que jugué mi primera partida a la 2ª edición de Warhammer 40.000. Estábamos en 1993 y la caja acababa de aparecer en el mercado. Era mucho mejor que el incómodo Rogue Trader, y quedamos enganchados desde entonces. Éramos jugadores vocacionales, y lo seguimos siendo. No puedo estar demasiado tiempo sin jugar, sin modelar o inventar.
Ciertamente, nada es como hace 30 años. Pero es lamentable que el 40K no sea ni como hace 5. Y al paso que vamos, no me referiré a 5 años, sino a 5 días. Ahora encuentro agobiante tanta información, tanto códex, modificaciones a los códex, modificaciones a las modificaciones del códex, dataslates, dataslates de dataslates, y todo un vocabulario que se me antoja tan especializado que me hace sentir poca cosa. No sé lo que es un “fliying circus”, ni una “Wolf star”, ni un montón de anglicismos más que salpican todas las páginas, foros, y blogs de 40K. Me han cambiado hasta el idioma. Incluso la Inquisición ya no es lo que era: carecen de todo estilo y personalidad, y los viejos y curtidos inquisidores han sido reemplazados por jovencitos cursis e imberbes jugando a ser mercenarios de medio pelo, que lo mismo se juntan con necrones que se van a tomar unas cañas con los eldar. Aquí todos se juntan con todos, porque de eso va ahora. De juntarse mucho. La personalidad en un ejército, la congruencia y el estilo, han pasado a ser un mito.
Malal los asfixie con un regüeldo…
Echo de menos a mi grupo de jugadores en mi Murcia natal. No solo por el juego, sino por el modo en que jugamos. Para nosotros lo que más cuenta es la diversión, y eso también lleva implícita la fantasía y la iniciativa. En nuestro grupo siempre hay alguien trasteando, montándose un bicho a base de restos y masilla de esculpir. Y cuando le ha quedado bien (y sólo cuando le ha quedado bien) entonces acordamos entre todos un perfil y unos puntos para que pueda usarse en nuestras batallas. Eramos indulgentes con las limitaciones extrañas: ¿Si los Caballeros Grises pueden llevar Stormraven, por qué no iban a poder llevar Stormtalon? Y la cosa era tan fácil como pintarte una con los colores de la Inquisición y poder usarla. Jugábamos con lo que nos daba la gana siempre y cuando los ejércitos fueran coherentes, creíbles. Y en eso sí que éramos estrictos.
En nuestras batallas nunca jugamos a menos de 8.000 puntos por bando (suele estar entre 10.000 y 15.000) y nos divertimos como enanos. Es verdad que solo jugamos 3 ó 4 veces al año, pero cuando se convoca a la gente y se forman los bandos, cada uno de los Señores de la Guerra pasa las semanas diseñando maldades y ajustando sus unidades a las carencias de los demás, de tal modo que al final resulte un único ejército total, donde todos se apoyan y cada uno conoce bien su papel en la batalla. Eso ha significado no pocas llamadas de teléfono a lo largo de esas semanas e incluso un par de quedadas para perfilar las listas de ejército. En realidad, cada una de estas partidas dura un mes y medio, aunque todo se decida un sábado.
¿Las ventajas de jugar este tipo de partidas? Se disfrutan como un piojo en una melena. El ambiente es vibrante, más realista que en una mera competición, y existe una camaradería auténtica entre compañeros, no solo entre los de tu bando, sino en los del oponente. Es diferente, eso es todo. Quizá tú pensabas que todo era subir en un coche deportivo, hasta que un día probaste una buena Harley-Davidson…
En fin, ya he hablado de estas cosas en diversos artículos en este blog, así que ahora no me voy a repetir.
Quisiera en estas tierras malagueñas poder jugar en un grupo con ese espíritu. No sé si existe ya formado o hay que empezar desde el principio, pero en cualquiera de los dos casos tengo claro que hace falta gente un poco peculiar, con algunos requisitos:
-. Tu ejército debería ser de 3.000 puntos o más. Mejor de más, o de otro modo tus oponentes te van a calar enseguida, y malamente vas a poder sorprenderles.
-. No es que admitas Forgeworld -que se trata de admitirlo, claro- sino que también se trata de ser permisivo con las creaciones de los compañeros. Eso sí, consensuando perfiles y reglas propias. Se premia la congruencia de un ejército, aunque eso signifique la inclusión de piezas o unidades no específicas de un códex.
-. Jugamos para divertirnos, así que se trata de ser gentil con los demás, sin culoduradas. No se trata de advertir al oponente de que se está equivocando, pero si en su fase de disparo descubre que se le pasó mover una mini concreta… pues se le permite y listo.
-. Las partidas de este tipo suelen ser largas. Suelen comenzar a las 9 de la mañana y acabar a las 7 u 8 de la tarde (con un alto de 30 minutos o así para comer). Cuando llegas a tu casa a eso de las 9 de la noche descubres lo cansado que resulta reventarle el ejército a tu oponente.
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yo quiero jugar asi pero en Valladolid ;P
ResponderEliminaryo soy mas otro corte pero seguro que a alguna me apunto
Eliminary me encanta leer sobre partidas apocalipticas, es otro mundo...