Nergal
ordenó silencio a sus hombres, todos ellos abrazaban al Caos y ahora buscaban
el flanco del ejército enemigo para entregar más sangre a alguno de sus oscuros
dioses. A diferencia de otros líderes, Nergal conservaba mucha de la brillantez
de los genios humanos, por lo que no solo era más comedido a la hora de controlar
sus impulsos, sino que era particularmente frío y calculador tácticamente
hablando. Eso le había hecho escalar posiciones rápidamente dentro de la Legión
Negra, y ahora gozaba de la confianza de su Comandante, Lord Ramarga.
Quizá
fuese una confianza frágil, por cuanto no estaba libre de envidias y medradores
que aspiraban a ocupar su puesto, pero hasta la fecha había sabido defender
bien su valía y ganarse el respeto de sus subordinados.
Así
pues aminoraron el paso, en estado de total percepción, tratando de escuchar y
no ser escuchados mientras se deslizaban por la retaguardia del destacamento
"Aquila", de la 8ª Compañía de Cadia. Quizá en otras circunstancias
no fuese tan importante recordar a qué Compañía pertenecieran aquellos hombres
pero, en este caso, estaban encastrados en medio del Desfiladero de Actium y se
habían ganado una terrible reputación como unidad de choque, especialista en
resistir y mantener fortificaciones aun cuando todo pareciese perdido. Nergal
sabía de sobra que su Capitán, Titus Severus, era un icono entre la Guardia
Imperial, admirado y obedecido hasta el suicidio personal. Mientras él siguiera
vivo difícilmente lograrían eliminar a los cadianos.
Quizá
por eso la Compañía Atrox de la Legión Negra había optado por una misión de
comando, donde 8 hombres pueden ser más eficaces que 8.000, y dentro de lo
imprevisto que puede suceder a cualquier misión lo demás tenía una perfecta
lógica y cálculo: el experto y veterano Nergal asaltaría en silencio el lugar
donde se guarecía Severus; cumplido esto, el resto de la Compañía Atrox
atacaría masivamente la posición del destacamento Aquila que, faltos de moral,
a buen seguro retrocedería o serían exterminados; y el resto de fuerzas de
Marines del Caos avanzarían sin impedimento alguno a través del desfiladero
para llegarse hasta el flanco del grueso del ejército de Cadia. Sin duda nadie
imaginaría una acción envolvente tan arriesgada. La lógica también decía que,
de cumplirse la misión, las fuerzas imperiales serían masacradas en este sector
del planeta Tharados.